Alrededor del 45% de los empleos existentes en la actualidad podría automatizarse con robots, pero únicamente un 10% de ellos corre verdadero peligro de desaparecer.

Esta afirmación, proveniente de un análisis de datos del FMI y la OCDE, y que a priori puede sorprender, deja patente una realidad del mundo laboral que no todos imaginan: que la digitalización y la robotización van a traer consigo una transformación de las funciones en las compañías, más que una mera eliminación de puestos de trabajo.

La anticipación del tamaño futuro de la fuerza laboral de las empresas requiere no solo de una comprensión de las oportunidades potenciales que trae consigo la automatización de los puestos de trabajo, sino también de las oportunidades de generación de valor a través de la redistribución de tareas. Así, es cierto que la introducción de tecnología llevará a que gran parte de los trabajos existentes sean realizados con menos personas, pero la liberación de recursos traerá consigo una reevaluación de los servicios que muchas empresas ofrecen a sus clientes: lo que antes era premium se convertirá en el estándar y, aunque va a haber oportunidades para reducir costes, en un entorno en el que la tecnología impulsará tanto la calidad como las expectativas de los consumidores, será crucial, antes de limitarse a reducir costes, que las organizaciones garanticen que su estrategia de negocio está bien articulada.

En este sentido, a medida que la tecnología empieza a hacerse cargo de una parte importante de las ocupaciones, las conocidas como tareas transaccionales, las empresas van a conseguir la diferenciación a través de las habilidades humanas, que tendrán cada vez un mayor peso como ventaja competitiva. Este cambio de paradigma supondrá, no obstante, un reto para las empresas, que en su proceso de adaptación a la revolución digital se en-frentan a la redefinición de su fuerza laboral e, incluso, del concepto mis-mo de trabajo.

Actualmente, la definición tradicional de lo que es considerado un rol laboral concreto está cambiando hacia el conjunto de habilidades y conocimientos de una persona, y no el resultado que ésta produce, como se venía haciendo hasta ahora: un experto en Big Data que trabaja para el departamento de marketing de una compañía de gran consumo lleva a cabo un trabajo y genera unos resultados muy diferentes a los de, por ejemplo, un experto en Big Data del departamento financiero de una entidad bancaria. Ambos puestos reciben la misma denominación, pero las similitudes terminan ahí. Por ello, la nueva hornada de trabajos que están surgiendo van a exigir múltiples y diversas habilidades, reemplazando a las especificaciones tradicionales de los puestos.

Además, a medida que avanzamos hacia niveles cada vez mayores de logros tecnológicos, la tecnología se diseñará con los humanos en el centro, haciéndose cada vez más humana. En consecuencia, las capacidades técnicas pasarán a ser simplemente un medio para competir, mientras que las habilidades humanas serán la verdadera ventaja competitiva de las compañías.

Como resultado, el he-cho de que la tecnología sea cada vez más modular y fácil de usar provocará que el rendimiento diferenciado se consiga a través de dichas habilidades humanas únicas, entre las que destacan el dinamismo, que será clave en un entorno al que hay que adaptarse de forma continua, saber comunicarse y contar con visión comercial; la devoción por el cliente, necesaria a medida que sus expectativas crecen; y las habilidades de comportamiento, entendidas como la capacidad de construir relaciones e influir, críticas para triunfar en un entorno tan diverso y cambiante.

Por otro lado, uno de los retos más importantes a los que se enfrentan las compañías en este mundo en radical transformación es el funcionamiento dentro de un ecosistema de talento extendido, cada vez más necesario en un medio en el que convergen factores como la falta de talento adecuado, la contención en costes, organizaciones cada vez más horizontales y generaciones de trabajadores con expectativas cambiantes.

Así, este nuevo ecosistema exigirá a las compañías gestionar no solo su fuerza laboral interna, sino llegar a múltiples pools de talento de diferentes generaciones. Principalmente, estos pools adicionales serán de tres tipos: colaboraciones con otras instituciones; talento autónomo (freelance), impulsado por la búsqueda de una mayor flexibilidad y el trabajo por proyectos de muchos profesionales; y crowdsourcing, que permite la generación de soluciones más creativas, innovadoras y rápidas.

Entre las ventajas que traerá consigo este nuevo enfoque, además del acceso a las mejores habilidades, ideas y experiencias, estarán una mayor flexibilidad, así como más eficiencia, que permitirá controlar los costes laborales fijos gracias a un mejor alineamiento entre costes laborales y ciclos económicos y empresariales.

En definitiva, el futuro de convivencia entre robots y humanos en las organizaciones ha de verse no como una amenaza, sino como una oportunidad para hacer las cosas mejor, elevando el nivel de autoexigencia y servicio, al mismo tiempo que lo hacen las expectativas de nuestros públicos objetivo.

Fuente; https://www.eleconomista.es/opinion-blogs/noticias/9330613/08/18/Robots-y-humanos-companeros-de-trabajo-bien-avenidos.html